Reseña | Matar a un Muerto

1978.
Paraguay.
Dictadura.
Monte paraguayo.
Un lugar donde lo único que crece son los cuerpos.
Ahí es donde –sobre–viven Pastor y Dioniso, cuyo trabajo es desaparecer a estas “molestias”, que les reparten ahí en la vera de un río, algo que ya no son personas, sino meramente cuerpos, basura que se acumula, por qué no. Un oficio de limpieza, podría pensarse.
La rutina en ese páramo es la muerte:
arrastrar el cuerpo,
cavar,
enterrar,
encalar
a esos sin nombre.

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Cada cultura lidia con la muerte de una manera particular. Negocia, podría decirse, porque acá la muerte se presenta como otro negocio. Algo cotidiano, donde lo que más molesta no son los muertos, si no las moscas que atraen.
El problema es cuando uno de esos cuerpos que les dejan está vivo.
Y encima, un kurepí.
Pastor y Dionisio saben que deben matarlo.
Ahora, quién y cómo, eso es otra cosa.
Este incidente pone en tensión los límites de su oficio y, por encima de eso, sus límites morales.
De eso trata la película; de la distancia entre lo que deben hacer y lo que pueden –o quieren- hacer. La búsqueda de la humanidad en el último lugar donde podría esperar encontrarse.

El aislamiento en el que viven los personajes, apenas conectados al resto del mundo por dos radios que funcionan cuando quieren –uno para recibir órdenes, otra para escuchar el mundial– ayuda a potenciar este clima sórdido y de terror. El guion y la dirección van de la mano trabajando ese clima claustrofóbico en espacio abierto, en donde prima un tiempo pausado con diálogos minimalistas, donde los tres protagonistas suman –y mucho– con sus actuaciones.

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Es interesante destacar que el 90% de la película está hablada en guaraní; siempre es celebratorio que haya películas de género por estas zonas, y que además lo dejen bien parado.

La primera película de Hugo Giménez pone en tela de juicio cuáles son los límites de un hombre e investiga contra qué puede rebelarse al final del día para seguir guardando algo de humanidad en lugar destinado a hacerla desaparecer.

MATAR A UN MUERTO
Dirección y guion: Hugo Giménez
Elenco: Ever Enciso, Anibal Ortiz, Jorge Román.
Fotografía: Hugo Colace
Música: Sergio Cuquejo
Origen: Paraguay

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Reseña de Cruz, por Rodolfo Santullo

Cruz de Nicolás Ferraro (2017)

Como si se tratara más de una enfermedad que un apellido, el protagonista de Cruz carga su nombre como una maldición. No es para menos. Su padre fue (o es, no está claro) uno de los más peligrosos y sádicos sicarios que se dedicara al contrabando en la frontera entre Argentina y Paraguay y su hermano mayor siguió sus pasos. Ahora por deudas que pagar -deudas no generadas por él mismo sino por esos mencionados familiares- el más chico de los Cruz tiene que seguir la senda de sus mayores, un camino empañado en sangre, dolor y muerte. Nicolás Ferraro ya la había sacado del parque con Dogo y ahora logra algo muy difícil: una novela a la altura -o quizá superior- de aquel estupendo debut. Pero no es una novela para todos los paladares -o los estómagos- ya que tiene momentos (muertes terribles, tortura, prostitución infantil, etc.) que hacen apartar la vista al lector más veterano (y estoy siendo literal, desde El Poder del Perro de Don Winslow que no me topaba con algo tan fuerte). Una prosa contundente, propia (la sombra de Leo Oyola que sí se sentía en Dogo aquí ya no está) la de Ferraro, un escritor que me anoto a seguir en todas. Una gran novela sobre contrabando, honor, lealtad, deber y violencia, nominada merecidamente este año al premio Hammett de la Semana Negra de Gijón y que me tiene sin dudas hinchando tanto como por Uruguay por ella. 08.

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Rodolfo Santullo. Mexico D.F., 1979.

Es periodista, escritor, guionista y editor de historietas al frente de Grupo Belerofonte.

Como guionista publicó las novelas gráficas Dengue (2012) y Los últimos días del Graf Spee (2008; 2013), ambas ilustradas por Matías Bergara; El oro del Zar (ilustrada por Marcos Vergara, 2015); Zitarrosa (ilustrada por Max Aguirre, 2012; 2015), entre muchas otras.

Como narrador ha publicado Perro come perro (cuentos; Artefato, 2006; Llanto de mudo, 2012), Las otras caras del verano (novela junto a Martín Bentancor; Amuleto, 2008); Cementerio Norte (novela; Trilce, 2009); Sobres Papel Manila (novela; Estuario, 2010); Aquel viejo tango (novela junto a Martín Bentancor; Estuario, 2011); El último adiós (novela, Banda Oriental 2013), Matufia (novela Premio Nacional de Narrativa, 2013; Estuario, 2014) y Luces de neón (novela; Estuario, 2016).